"Yo me olvidé que se hizo
ceniza tu pie ligero,
y, como en los buenos tiempos,
salí a encontrarte al sendero.
Pasé
valle, llano y río
y el cantar se me hizo triste.
La tarde volcó su vaso
de luz ¡y tú no viniste!
El
sol fue desmenuzando
su ardida y muerta amapola;
flecos de niebla temblaron
sobre el campo. ¡Estaba sola!
Al
viento otoñal, de un árbol
crujió el blanqueado brazo.
Tuve miedo y te llamé: ¡Amado, apresura el paso! (...)"
"La Espera Inútil", Gabriela Mistral, 1922
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